Con el mes de septiembre llegaron nuestras fiestas patronales en honor al Santísimo Cristo de la Fe, el principal acontecimiento festivo religioso de Burguillos de Toledo. Tan esperado por la mayor parte de sus habitantes y (al parecer) otra de las cosas detestadas por algunos de sus principales dirigentes, que han seguido empeñados en boicotear esta fiesta y la armoniosa convivencia que los vecinos de nuestro pueblo ponen de manifiesto, de manera más notable, con esta celebración.
Este año no podía ser menos y nos encontramos con una antesala de actos organizados por la Corporación Municipal en los que se olvidaron de muchos colectivos de nuestro pueblo a los que tradicionalmente habían estado dirigidos. Como los jóvenes y los más mayores, que siempre habían tenido una especial atención en esta programación cultural que antecede a las fiestas, y en los que también tenían cabida el resto de los públicos. A la introducción de estas novedades -que poco aportan, a tenor de la escasa asistencia con la que contaron desde el primero al último de los actos-, se unió este año la supresión del desfile de carrozas con el que, desde hace muchos, se abrían los tres días de fiesta principal. Acaso por la escasa participación que hubo el año pasado. O quizá -más bien- por la falta de estímulos y la incapacidad del consistorio para animar a los vecinos a participar en un acto del que disfrutaban propios y extraños. Y sin olvidarse, como no, del tradicional refresco con el que el ayuntamiento obsequiaba a los vecinos y vecinas del pueblo el domingo de la fiesta grande, y que el año pasado eliminaron de manera poco decorosa, al tiempo que intentaban hacer responsable de ello a los miembros de la Junta Directiva de la Hermandad del Cristo de la Fe, en lugar de ayudarles en el buen desarrollo de los actos religiosos de los que realmente se encargan.
Novedad también (para mayor desconcierto), con el cambio de fecha de la fiesta local a efectos laborales; que se pasó del lunes siguiente a las fiestas -como tradicionalmente se venía haciendo-, al viernes anterior. Justo el día en que venía celebrándose el desfile de carrozas. Y es que, si la tarde arrancaba con este acto y ya continuaba la fiesta durante los tres días siguientes, la mañana solía aprovecharse para efectuar las compras y hacer los retoques de última hora en las carrozas. Los comerciantes, -totalmente desinformados, al igual que la mayor parte de los vecinos-, decidieron abrir sus establecimientos durante la jornada matutina, para atender así las muchas necesidades de sus clientes, con lo cual no se sabe bien quién pudo beneficiarse con este cambio. Lo que sí se perdió con el mismo fue esa jornada de convivencia y juegos que tenía lugar en la Plaza Concejo al lunes siguiente a las fiestas y que solía terminar con otra improvisada y animada comida popular, a la que nadie quería faltar.
Y si ya el año anterior los vecinos reaccionaban con indignación ante situaciones como éstas, ya vimos como desde finales de julio éstos se aferraban aún más a su condición de habitantes de Burguillos de Toledo y surgía un movimiento mayoritario y, ante todo pacífico, en defensa de un sentir común: ¡las tradiciones! El alma de este pueblo. Un acervo cultural que une, sin distinciones, tanto a los nacidos en el pueblo como a los que se sienten acogidos e identificados con él.
Y la mejor manera de hacerlo era desde la moderación, pero de forma firme y mayoritaria; respetuosamente, pero con autoridad. Por eso un gran número de burguillanas y burguillanos se unieron a ese movimiento reivindicativo en defensa de nuestras tradiciones y nuestras fiestas patronales; en este caso, en honor al Cristo de la Fe. Y si este año se engalanaron como nunca las fachadas y balcones de las casas, con banderas e imágenes del Cristo, también fueron muchos los que portaron su camiseta festiva, o su pañuelo al cuello, con esas mismas imágenes, el escudo oficial de Burguillos de Toledo y un lema común: "Por nuestras tradiciones".
Novedad también (para mayor desconcierto), con el cambio de fecha de la fiesta local a efectos laborales; que se pasó del lunes siguiente a las fiestas -como tradicionalmente se venía haciendo-, al viernes anterior. Justo el día en que venía celebrándose el desfile de carrozas. Y es que, si la tarde arrancaba con este acto y ya continuaba la fiesta durante los tres días siguientes, la mañana solía aprovecharse para efectuar las compras y hacer los retoques de última hora en las carrozas. Los comerciantes, -totalmente desinformados, al igual que la mayor parte de los vecinos-, decidieron abrir sus establecimientos durante la jornada matutina, para atender así las muchas necesidades de sus clientes, con lo cual no se sabe bien quién pudo beneficiarse con este cambio. Lo que sí se perdió con el mismo fue esa jornada de convivencia y juegos que tenía lugar en la Plaza Concejo al lunes siguiente a las fiestas y que solía terminar con otra improvisada y animada comida popular, a la que nadie quería faltar.
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Y si ya el año anterior los vecinos reaccionaban con indignación ante situaciones como éstas, ya vimos como desde finales de julio éstos se aferraban aún más a su condición de habitantes de Burguillos de Toledo y surgía un movimiento mayoritario y, ante todo pacífico, en defensa de un sentir común: ¡las tradiciones! El alma de este pueblo. Un acervo cultural que une, sin distinciones, tanto a los nacidos en el pueblo como a los que se sienten acogidos e identificados con él.
Y la mejor manera de hacerlo era desde la moderación, pero de forma firme y mayoritaria; respetuosamente, pero con autoridad. Por eso un gran número de burguillanas y burguillanos se unieron a ese movimiento reivindicativo en defensa de nuestras tradiciones y nuestras fiestas patronales; en este caso, en honor al Cristo de la Fe. Y si este año se engalanaron como nunca las fachadas y balcones de las casas, con banderas e imágenes del Cristo, también fueron muchos los que portaron su camiseta festiva, o su pañuelo al cuello, con esas mismas imágenes, el escudo oficial de Burguillos de Toledo y un lema común: "Por nuestras tradiciones".
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La sequía siguió acompañándonos durante el mes de septiembre, con temperaturas que continuaron siendo veraniegas y demasiado elevadas para esta época. Ni una sóla gota de agua en todo el mes, afectando ya, no sólo a los arroyos y las aguas subterráneas que alimentan los pozos del pueblo, sino también a muchas especies arbóreas que crecen por el término municipal y que empezaron a dar síntomas ya de sequedad extrema. Para evitar su pérdida, determinadas plantaciones de olivos jóvenes estuvieron siendo alimentadas artificialmente con riego por goteo y, manualmente, aprovisionando agua con cubas y tractores.
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