domingo, 9 de octubre de 2016

Y así fueron sus fiestas...


Las fiestas en honor a Nuestra Señora del Rosario, popularmente denominadas como "fiestas de las mujeres", comienzan con el novenario en honor a la Virgen, que se celebra de viernes a sábado. Al acabar la novena, otra costumbre congrega a los asistentes a la puerta de la iglesia para participar, con inusitada expectación, en el sorteo de las roscas y los pasteles, con el cual la junta directiva de la Hermandad de la Virgen recauda fondos para ayudar a costear los actos festivos. Así, durante los nueve días precedentes, hasta que llega el sábado y la deseada quema de las carretillas escapadas, que tiene lugar de madrugada -durante la celebración de la verbena-, para regocijo de los jóvenes más osados. Tras ellas, es tradicional la quema, delante de la iglesia, de tres castillos de fuegos artificiales en honor a la Virgen; un espectáculo que puede admirarse más de cerca por todo tipo de público, ya sin el peligro que conllevan las carretillas.












  

A la mañana siguiente, casi sin tiempo para recuperarse de las celebraciones populares, llegan los actos de índole más religiosa. Una salva de cohetes precede a la misa, anunciando la recogida de autoridades y abanderados, a cargo de las integrantes de la Junta Directiva de la Hermandad, acompañadas de una banda de música que posteriormente amenizará el baile de la bandera y, de manera más solemne, la procesión vespertina que recorrerá las calles del pueblo, con la imagen de Nuestra Señora, como colofón a estos entrañables días de fiesta.

Nos recuerdan los más mayores que, hace no muchos años, la banda de música era la encargada de tocar al alba durante la Diana que recorría las calles del pueblo, tradición que hoy en día no se celebra. Nos recuerdan también las dificultades de antaño, ante la falta de medios materiales y económicos, para celebrar las fiestas y asį nos hablan cómo era necesario ir a buscar a los músicos, que pasaban los dos días en Burguillos, sin regresar a su pueblo, y eran los vecinos los que les daban cama, comida y  alojamiento durante las fiestas, repartiéndose cada uno de ellos por entre las diferentes casas de nuestro pueblo.

Finalmente, es la procesión por las calles del pueblo, la que pone broche final a las fiestas, con un recorrido, a la caída de la tarde, en el que se palpa un respetuoso ambiente de fervor y devoción.



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