Nos cuenta el cronista toledano Sixto Ramón Parro, que su iglesia, de arquitectura gótica, claustros, celdas y demas oficinas del monasterio, eran de gran capacidad. Una vez suprimida la Orden en 1835, fue sacado a subasta y comprado por un particular, que demolió totalmente la iglesia, quedando el resto del convento en pie, dedicado a casa de labor, y recreo para sus dueños. Todavía en 1925 se mantenían en pie restos del monasterio, pero sólo quedó una portada barroca que sirvió de entrada a un palacete neomudéjar construido a comienzos de siglo; el cual también fue demolido al concluir la guerra civil y cederse los terrenos como campo de maniobras de la Academia de Infantería de Toledo.
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