viernes, 11 de septiembre de 2020

De guerras y epidemias...

Este año hemos vuelto a rendir culto a nuestro Cristo de la Fe con motivo de su festividad. Pero lo hemos tenido que hacer de una manera distinta a la de costumbre. No me cabe duda de que cada uno de los burguillanos y burguillanos que con tanta fe tratan de acercarse a El, lo ha vivido en su interior con tanta o más intensidad como en años anteriores. Las circunstancias por la que atraviesa nuestro país nos han obligado a hacerlo con más recogimiento que otras veces y las manifestaciones externas que esta celebración conlleva habitualmente, se han visto necesariamente reducidas; cumpliendo así con las medidas de prevención dictadas por las autoridades para frenar la propagación del virus.

Es cierto que hemos contado con la tradicional novena en la que pedimos por nuestro pueblo y nuestros vecinos, por nuestras familias, por los jóvenes, por los enfermos... por el fin de esta pandemia. Pero hemos tenido que hacerlo con un aforo limitado de fieles y son muchos los que han preferido manifestar su devoción al Cristo en la intimidad, individualmente. Algunos obligados por las circunstancias o, incluso, porque se enmarcan en un colectivo de salud delicada que les obliga a ser más prudentes en el contacto social, para evitar los contagios.

En estos días, también tuvo lugar la solemnidad de la misa mayor con la que se culmina el novenario, y la de difuntos, que tiene lugar al finalizar esta tradicional celebración; pero ambas desde la más absoluta sencillez y sin el boato de otras veces. Sin presencia de los abanderados, con la imprescindible representación de autoridades y sin la banda de música que ameniza el baile de la bandera, que tampoco se ha celebrado en esta ocasión. Tampoco tuvo lugar la procesión por las calles del pueblo, ni el ofrecimiento en honor al Cristo de la Fe que tan concurrido suele ser siempre.

Habría que remontarse muchos años atrás para encontrar una situación similar. Podríamos asegurar que la normalidad ha sido la constante desde hace más de ochenta años, sin incidentes que a priori se le conozcan, pero existe un referente en el que se vivio una situación incluso peor a esta.

Fue en el año 1938, en plena guerra civil y con el pueblo ocupado y a pie de un frente en el que se vivíó una intensa actividad bélica. Eso hizo que los vecinos tuvieran que abandonar sus casas y refugiarse en los pueblos vecinos situados más al sur. Mientras tanto, Burguillos era utilizado por las tropas como parte de su cuartel general e, incluso, llegó a ser bombardeado en alguna ocasión.

En una crónica de el periódico toledano "El Alcázar", publicada el 30 de enero de 1937, se describía así la situación:

Durante ese periodo comprendido entre 1936 y 1939 no debió celebrarse en el pueblo ningún acto festivo, pues el pueblo fue ocupado desde el mismo inicio de la contienda y, a pesar de ser liberado en el mes de marzo de 1939, es de suponer que el estado de destrucción de la iglesia y la propia desaparición de la imagen del Cristo de la Fe, impidieron que su fiesta pudiera tener lugar, pese al regreso de los vecinos al pueblo.

Curiosamente, descubrimos otra circunstancia insólita en otra noticia, fechada el día el 23 de septiembre de 1938 en el mismo periódico, pues alguien debió encargarse de honrar al Cristo de la Fe en una parroquia de Toledo (San Nicolás) para el día de su fiesta. Probablemente, algún burguillano avencidado en la ciudad o algún clérigo relacionado con nuestro pueblo. Al programa no le falta detalle, pues durante tres días se celebraron los cultos que por aquella época constituían la celebración de la festividad y que, hoy día, siguen siendo el eje central del programa.




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