martes, 7 de abril de 2015

Alamo de la Casa Meca


Adiós al viejo álamo que custodiaba, desde hace décadas, el abrevadero de la Casa Meca. Como fiel guardián, este árbol aguantaba duramente el paso del tiempo, sobreviviendo, en solitario, entre un paisaje de campos de labor, cada vez más despoblado de árboles.

Lo que parece haber sido un desafortunado incendio, fruto de una descontrolada quema de la maleza que se había venido apoderando de este tramo del arroyo de la Rosa y del propio abrevadero, ha acabado con este enhiesto gigante, quizá también debilitado por el ataque de las enfermedades propias de su especie.

Desde ahora, una rara impresión sorprende a los caminantes que frecuentan este paraje, haciendo su trayecto, desde Burguillos, por el camino Ajofrín y volviendo por el camino Real (o a la inversa), aunque muchos de ellos sólo acierten a ver una zona despejada de malas hierbas y cómo el arroyo corre ya por un cauce al descubierto, pero incapaces de echar en falta la imagen de aquel árbol, que quedará ya para el recuerdo.






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