jueves, 19 de marzo de 2020

Estado de alarma: día 6

Se cumplen siete días desde que se decretara el estado de alarma y seis de su entrada en vigor. La población está obligada a quedarse en casa desde entonces y sólo puede salir para compra de alimentos, medicamentos o productos de primera necesidad. Además, otro decreto ha modificado las condiciones del estado de alarma y la circulación de personas sólo puede hacerse de manera individual.

A diario, se ven algunos desplazamientos por motivos laborales, de urgencia o de abastecimiento de ciertos comercios, además de las constantes patrullas de guardia civil y el destacamento de la Unidad Militar de Emergencias que se ha hecho presente en el Mercadona con motivo de su reapertura hace dos días. La basura se recoge en horario nocturno y durante el día no se ve movimiento alguno de personas por las calles de mi entorno, salvo algunos atrevidos que salen a pasear alguna mascota o que se dirigen a la gasolinera para comprar el pan y aprovechan como escusa para dar un pequeño paseo. Algunos vecinos -en determinados momentos del día- corren alrededor de su casa y otros hacen gimnasia en el jardín, pero sin abandonar el recinto.


El resto del día no se ve a nadie. Las calles vacías. El silencio... ¡atronador! Sólo el sonido de los pájaros, pero de vez en cuando y de uno en uno, como si con sus escasos trinos se quisieran sumar a nuestro encierro.


Hoy, además es fiesta. Ni un sólo coche por la carretera próxima, de salida hacia Toledo. No se mueve nadie. Tampoco hemos oído ambulancias o vehículos de urgencias estos días. El Ayuntamiento no tiene constancia de ningún caso en el pueblo, aunque sí de uno en Cobisa y otro en Nambroca. Mañana fumigarán los sitios próximos a comercios y lugares de más tránsito y algunos agricultores se han prestado a tomar sus tractores para colaborar en esta tarea.


Desde mi balcón todo son calles vacías, tejados, antenas y chimeneas, y la torre de la iglesia en la lejanía, con la sierra de Layos al fondo, ¡pero ni un alma!, aunque todos estamos en contacto y nos apoyamos y comunicamos a través de los grupos de watsapp que, ahora más que nunca, son los que rompen el silencio también en las casas y sirven para dar ánimo y tomar esto con tono de humor, como a los españoles nos gusta.


En cincuenta y cuatro años no vi jamás una situación así. Salvo cuando murió mi abuela y mi padre nos dijo que no podríamos salir a la calle en unos días porque estábamos de luto (pero nos dejó poner la televisión de vez en cuando). Aún recuerdo aquellos días de encierro, ¡nada que ver con algo como ésto!.

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