Su visión de la Casa de Dios, a tenor de su Encíclica Satis Cognitum (29 de junio de 1896), era la misma que había tenido el profeta Isaías, percibiéndola como una montaña cuya cima, elevada sobre el resto, era visible a todas las demás. Eso, y la necesidad de perpetuar la Cruz como el símbolo del Cristianismo, le llevaron a proponer una solemne memoria de fe y recomendó que, para recibir al nuevo siglo, se colocará la Cruz del Redentor en las cumbres más altas, como símbolo de la Cristiandad.
Ese es el origen de las denominadas "cruces de siglo" que se colocaron en muchos lugares de la geografía española y a las cuales no faltó la diócesis de Toledo, la cual, por mediación de su cardenal Sancha y Hervás, instó también a levantar ese tipo de cruces conmemorativas del Año Santo que había promulgado el Papa. En Toledo se eligió un cerro más arriba del castillo de San Servando y se congregó un enorme gentío para inaugurarla.
Como en todas las localidades no había grandes cimas para levantar estas cruces, por situarse en terreno llano, el prelado autorizó a que se instalasen en el lugar que designaran las "autoridades civiles" y que en cada lugar se celebrase una procesión con Rosario cantado para colocar y bendecir la Cruz, entre otros actos previos de los que también se daba cuenta en la citada Pastoral, y de los cuales no hacemos mayor referencia por no ser objeto concreto de este post.
No se dispone de más noticias al respecto sobre estas celebraciones o sobre las cruces que fueran levantadas en los pueblos de la provincia de manera firme y definitiva, recurriéndose en muchos casos a monumentos efímeros, como la propia cruz que fue instalada en los cerros de San Servando (de madera), dada la falta de tiempo para recaudar los recursos necesarios para fundir otros munumentos de hierro o bronce.
Sería posible, por tanto...
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