jueves, 12 de octubre de 2017

El camino de la Guía










































Celebrábamos hoy la tradicional romería de la Virgen de la Guía, en la ermita de su mismo nombre, que se asienta en lo más alto de unos riscos, dentro de los terrenos que forman parte del campo de maniobras de la Academia de Infantería de Toledo. Hoy, muchos burguillanos hemos hecho el camino a pié hasta la ermita, utilizando un antigüo camino empedrado que serpentea entre cerros y encinas, muy cerca del cauce del arroyo de la Rosa -que también atraviesa estos parajes-, por lo que desde aquí queríamos daros a conocer este trazado que hace las delicias de los vecinos del barrio de Santa Bárbara que suben todos los años hasta la ermita, pero que para muchos de nosotros era hasta ahora desconocido.

Se accede a este camino por detrás de los pabellones que forman parte del recinto cuartelario de la Academia. Pisamos, primeramente, una antigüa calzada romana, de la cual aún se conservan un gran número de restos por estos parajes. Pero cuando aún no hemos andado unos pasos y la cuesta comienza a empinarse, hemos de dejar esta vía principal (que continúa hacia los polvorines, bordea el cerro Cortado y continúa hacia Burguillos de Toledo),  para girar a la izquierda y coger esta senda más estrecha que nos encaminará a nuestro destino.


Enseguida podremos vislumbrar una alameda, a nuestra izquierda -encajonada entre cerros-, y la conocida como Casa del Batán, mandado construir por el cardenal Lorenzana en el arroyo de la Rosa, el cual ya se encamina desde aquí hacia el barrio de Santa Bárbara y su desembocadura en el Tajo.

Desde aquí empezamos a encontrar las primeras trazas del camino empedrado, pero se trata de un primer tramo en muy mal estado de conservación y con pocos restos de piedra, hasta que llegamos a un puentecillo que nos permite cruzar un torrente de aguas de lluvia. Desde este punto, la pendiente se acentúa y el camino empieza a mostrarse en su integridad en muchos tramos, permitiéndonos comprobar su anchura, nada desdeñable y suficiente para que antaño pudiera circular algún carro de la época.










Y ¿cómo no?, al final de la cuesta más pronunciada, cuando el empedrado desaparece en su totalidad, la tan ansiada meta: la ermita de Nuestra Señora de la Guía, su imagen y el colorido de una fiesta que todos los años espera a sus peregrinos.




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