En esta otra imagen puede comprobarse el grosor de la lápida. Sus proporciones son exactas, como ya indicaba en la anterior entrada, a las de las baldosas de barro del solado de la ermita (25 cm x 25 cm.). Eso me induce a pensar que se realizó con el fin de sustituir a una de ellas y, por tanto, para ser colocada en el suelo de la ermita, señalando lo que sería el enterramiento de esta persona.
De ser así, el finado habría sido enterrado dentro de la propia ermita. Como señalé también, la generalización en el uso de las lápidas funerarias corresponde a un periodo concreto del siglo XIX, pero precisamente en esa época ya no se enterraba en las iglesias y se hacía necesario utilizar los cementerios que fueron construidos al efecto. Muchos de ellos, al lado de ermitas, como la de Burguillos, alejadao de las poblaciones, por cuestiones sanitarias. En nuestro caso sucedió lo mismo y ya en esa época se enterraba en el lado norte de la ermita, en el espacio que había sido habilitado para cementerio.
Si ciertamente hubieran sido así las cosas, podría concluirse que este enterramiento procedería de una época anterior a la señalada y, por tanto, esta pieza tendría una antigüedad mayor a la que inicialmente le atribuíamos. Si a eso le añadimos que las lápidas funerarias del siglo XIX a las que aludía, son de características físicas distintas a la que nos ocupa -puesto que estaban pensadas para colocarse en muros y paredes, en situación vertical, y no en el suelo como en este caso-, quedaría toda esta hipótesis confirmada.
He aquí una muestra de una de estas otras lápidas que también ha llegado a nuestros días. Es más bien una placa de cerámica, de menos espesor y mayores dimensiones, con la misma finalidad que la de las lápidas. Pero concebida para ser colocada en vertical. En este caso, estaba situada sobre el muro de la ermita, en la parte exterior en la que se encuentra el cementerio antigüo (lado norte) y a una altura inferior a 50-70 cm. del suelo, señalando el lugar donde presumiblemente:fue realizado este enterramiento.
Digno de destacar es el texto de este otro epitafio, muy propio también de la época en que fue redactado (año 1860), con un mensaje destinado también a todo aquel que se prestara a leerlo: "aprendamos, aqui todos, a no fiar en la edad, pues la muerte no respeta juventud, ni ancianidad".
Digno de destacar es el texto de este otro epitafio, muy propio también de la época en que fue redactado (año 1860), con un mensaje destinado también a todo aquel que se prestara a leerlo: "aprendamos, aqui todos, a no fiar en la edad, pues la muerte no respeta juventud, ni ancianidad".
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