En esta ermita hay muchas
riquezas, pero ninguna de carácter material que les pueda interesar o que puedan vender a esa gente sin escrúpulos que comercia con lo Sagrado y lo Ajeno. En
esta iglesia no tenemos Campanas. No tenemos Retablos. No tenemos Sagrario. No
tenemos Santos ni Imágenes (la de Nuestra Señora de Burguillos desapareció en
la guerra y sólo Dios sabe dónde estará). Tampoco tenemos Pinturas. No hay Joyas ni
Ornamentos Sagrados…
Pero no nos importa. En esta
Iglesia hay una Luz Celestial que entra por sus ventanas inundándolo todo. Aunque fue testigo de grandes historias y en otro tiempo la despojaron de ellas, ahora hay Paz y
Sosiego. Una atmósfera de Espiritualidad que se respira entre sus
muros. Ahora queda el Recuerdo. Lágrimas de algunos. Sudores de otros muchos. Tesón, Esfuerzos, Sacrificios... Devoción y Sentimiento. Pasiones y Dedicación. ¡Éstas son sus grandezas!
Hace una semana tuvieron la
ocasión de comprobarlo personalmente y entonces no habría sido necesario forzar su acceso. Pero, ¡no se preocupen! Si la Virgen, Madre de Dios y de todos nosotros, no les permitió que en esta ocasión pudieran abrir la puerta, encomiéndense nuevamente a Ella, puesto que Ella
es la única que les permitirá abrir otra más importante: las puertas del
Cielo.
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