lunes, 15 de mayo de 2017

Relato 2017 (Parte III)


¡Pues ésta es la historia!

Quizá escueta, porque sólo describe unos hechos muy concretos. Y con un lenguaje muy particular, porque quizá fuera así como debió relatarla el sacerdote después de que le hubiese ocurrido. Pero no es ninguna fábula, sino un hecho real. Cada cual puede interpretarla a su manera. Lo que sí parece cierto es que este sacerdote estuvo tentado de verse elevado a los altares, y por eso quiso convertirse en mártir. Finalmente, dándose cuenta de su error, quiso entender que se trató de una intervención milagrosa de María, la Virgen.

¿Quizá os preguntéis qué libro es éste que incluye historias cómo ésta? Pues nada menos que un volumen que recoge un total de 1022 hechos milagrosos o relacionados con los favores que la Virgen dispensa a los que la rezan el Rosario, recopilados por ese monje de San Pedro Mártir que investigó el caso de Burguillos.

El libro de que os hablo se tituló “Cielo estrellado de María. Paraíso espiritual y Tesoro de Favores y regalos con que esta Gran Señora ha favorecido a los que se acogen a su protección y amparo“. 

¿Por qué he querido contaros esta historia en el día de hoy?. Pues mirad:

 -¿Alguien se ha preguntado alguna vez por qué el jardín que hay al lado de la iglesia recibe el nombre de Plaza San Pedro? …

-Más aún. ¿Cuántos de vosotros han oído hablar de la desaparecida Ermita de San Pedro?

Otra ermita, sí. La de San Pedro. ¡Y sí! También aquí. En Burguillos. No es ninguna obsesión. Está documentada y hasta hace nada se conservaban ruinas de ella y sabemos de su localización exacta.

-Y… ¿qué os parece que tanto la plaza como la ermita reciban el nombre de San Pedro? Porque lo que os puedo asegurar es que la plaza no recibe el nombre porque allí estuviera situada la ermita. Donde se situaba realmente es en los prados concejiles. Junto al arroyo de la Rosa, a escasos metros del estanque de los patos. Donde hasta hace muy poco crecía la alameda.

Pues bien, el motivo es sencillo. La mayor parte de los nombres de las calles y plazas de Burguillos, como los de otros muchos pueblos y ciudades, identifican a alguien que allí vivía o donde un personaje de relevancia tenía sus propiedades. En Burguillos tenemos la calle Valera, la calle Palma, la Plaza Pérez Caballero… 

Y si en una calle tuvo sus propiedades la familia Valera y en otra los Palma, en la Plaza Pérez Caballero vivía un personaje que así se apellidaba y en la de San Pedro (que es la que nos importa) tuvieron su hacienda “los dominicos”. Sí, habéis oído bien: los dominicos de San Pedro Mártir. Los titulares del antigüo convento de Toledo que hoy alberga la Universidad de Castilla la Mancha. Porque lo que allí hubo inicialmente fue un convento masculino, de monjes pertenecientes a la Orden de Predicadores (conocidos comúnmente como dominicos). Y allí edificaron una iglesia en honor a San Pedro Mártir. Como aquí lo hicieron con la ermita… la de San Pedro.

-¿Y por qué la dedicaron a San Pedro Mártir? 

Pues porque este santo fue un religioso dominico. Y si Santo Domingo de Guzmán fue el fundador de esta orden religiosa, el primer mártir de la congregación fue San Pedro Mártir. O lo que es lo mismo, un religioso italiano llamado Pedro de Verona que murió asesinado en 1252 y al que se le atribuyen muchos milagros. Por eso fue muy venerado en Italia y también en España. Y por eso los monjes fundaron iglesias en su nombre. Pero hay más, porque otra de las características que definía y define, aún hoy, a los dominicos, es su devoción por la Virgen del Rosario. Y dice la tradición que la Virgen se apareció a Santo Domingo de Guzmán. En una mano sostenía un rosario y le enseñó a recitarlo, pidiéndole que lo predicara por el mundo. Domingo de Guzmán fundó luego la Orden de Predicadores y consiguió que el rosario se convirtiera en la oración predilecta durante casi dos siglos.

Y fijaros qué curioso. Otro dominico fue San Vicente Ferrer. Un dominico valenciano que vino a predicar a Toledo. En la iglesia de Santiago del Arrabal, junto a la Puerta de Bisagra, se dirigía a los fieles con un pequeño crucifijo. ¿Sabéis qué nombre recibía aquel Cristo Crucificado que San Vicente Ferrer portaba en sus manos?.... El Cristo de la Fe. Qué curiosa coincidencia, ¿verdad?

Pero volvamos a Santo Domingo. Y es que el tiempo pasa inexorablemente. Y cuando la devoción ya había empezado a disminuir, la Virgen se apareció de nuevo. Esta vez a fray Alain de la Roche, otro dominico. En este caso, de origen francés. Y le pidió que reviviera la devoción por el rezo del rosario y también predijo que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y le reiteró las promesas que había dado a Sto. Domingo. ¿Os acordáis del libro donde se registró el suceso? Este era uno de esos sucesos que la Virgen anticipa.

Pues bien, esto fue en el siglo XV. Pero el tiempo siguió pasando y se llegó a la época en que se sitúa nuestro relato. ¿Os acordáis? El del sacerdote. Y es que la misión principal de los dominicos era predicar por el mundo. Y para ello nada mejor que divulgar los beneficios del rezo del Rosario con hechos o sucesos reales y comprobados. Así, en el año 1655 otro monje dominico recopiló hechos milagrosos relacionados con el rezo del Rosario, que sucedieron por nuestro entorno. Y qué suerte que uno de ellos sucediera en nuestro pueblo.

Y fijaros que, como pasó en el caso comentado de Santo Domingo, después de estos sucesos los años siguieron pasando. Y también, supongo, que la devoción por el rezo del Rosario tuvo sus momentos de decadencia. Y, como dicen algunos, la historia que no se conoce está condenada a repetirse. Y quizá, también, como he dicho anteriormente, las cosas tampoco suceden porque sí. Y así llegó un feliz día de mayo del año 1917 en el que la Virgen volvió a aparecerse con un rosario en la mano. Y esta vez fue a esos tres pequeños pastorcillos que cuidaban de sus ovejas cerca de su pueblo natal de Fátima, en Portugal.

Curiosamente, en aquellas apariciones, que luego se repitieron durante varios meses, la Virgen les encomendó el rezo del rosario. Como pasó con Santo Domingo y con Fray Alain de la Roche. Como hacía aquel Sacerdote burguillano que rezaba el rosario tres veces al día. Y curiosamente, y sin saber exactamente desde cuando, en Burguillos veneramos a la Virgen del Rosario, como nuestra patrona y protectora; y también lo hacemos con esta otra imagen de la Virgen de Fátima que hoy tenemos aquí presente. ¿Podríamos preguntarnos, por tanto, si tienen relación estos hechos y la presencia de los dominicos en Burguillos de Toledo con nuestra Virgen del Rosario? Después de lo referido, yo creo que razones no nos faltan para ello.

Además, yo también creo que las cosas no suceden por qué sí. Así que, en fin, poco más queda por deciros. Que cada cual extraiga sus conclusiones. Tan sólo espero haber aclarado un poco la relación que pueda existir entre el relato del Sacerdote, la de los dominicos y la de la Virgen del Rosario con nuestro pueblo: Burguillos de Toledo. 

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